Álbum de memorias

Fotografias de Julio Menajovsky.

Proyecto y curaduría: Elio Kapszuk

El 18 de julio de 1994 un coche bomba se incrustaba en el edificio de la AMIA. Un atentado feroz que tuvo como consecuencia 85 víctimas fatales y más de 300 heridos. 25 años después todavía se sigue reclamando justicia. Julio Menajovsky fue uno de los primeros reporteros gráficos en llegar al lugar. Sus imágenes recorrieron primero el camino de los medios gráficos de comunicación, para luego instalarse en nuestra memoria colectiva. A ella apelamos en el momento de recordar lo que sucedió. No podemos volver a los hechos, pero sí a las imágenes que los representan. De eso se trata la memoria, ese derrotero sin tiempo entre pasado y presente que nos hace honrar los recuerdos.

En ese sentido, estas fotografías son la señalética de lo inalterable y son inmunes al trabajo corrosivo del olvido. Ahí están, estoicas rémoras de un instante, esquirlas clavadas en el cuerpo de una nación, porque son más que el registro visual de una tragedia: son la representación vívida de un hecho impune.

Las imágenes de Menajosvky no son perturbadoras, ni duras, ni dolorosas, ni agobiantes; esos adjetivos le caben solo al momento representado. Desde su propio desgano, encarnan sí el horror, son la evidencia visual de que él no quería estar ahí, ni estaba dispuesto a ponerse al servicio de la espectacularidad. Su presencia no fue una oportunidad profesional; sino una responsabilidad, la de dejar testimonio, de ahí que las fotografías estén despojadas de protagonismo autoral, solo la letanía del horror las habita.

Estas fotos no tienen fecha de vencimiento, pero van acumulando deudas con el tiempo. Por eso que 25 años después le propusimos a Julio que las pusiera en diálogo con otras imágenes. En concreto, lo invitamos a hacer retratos de estudio, perfectos retratos, inmaculados, que mostraran un encuentro de personas que se hayan vinculado a partir del atentado, a través de diversas circunstancias. Una excusa para compartir relatos que permitan revisitar los hechos históricos y sus consecuencias desde el presente.

Ahí comienza a gestarse esta muestra, que se denomina “VEINTICINCO”, y que ha significado una verdadera experiencia para todos los participantes, porque el proceso creativo y de realización le dio una identidad singular a la propuesta. Una vez que tuvimos identificadas las historias que queríamos contar, y luego de una larga labor de producción, convocamos a los protagonistas. Antes de empezar la sesión, había un espacio de charla en el que de manera breve exponíamos el proyecto en general y la especificidad de la foto en particular. Sobre todo, era una manera de abrir un espacio de escucha. Quizás ese fue uno de los momentos más significativos de este trabajo. Fui testigo de la manera en que Julio, durante las charlas, incorporó cada palabra, cada recuerdo, cada dolor: lo hacía desde un silencio profundo, hasta que él mismo se prestaba a compartir sus propias vivencias. Después de una o dos horas, vacíos de palabras, se pasaba a la toma fotográfica. Menajovsky pensaba en un rectángulo y acomodaba las miradas: logró que cada una de las cosas dichas estén presentes en la imagen. Son indicios simbólicos y potentes de su propia búsqueda, y la confirmación de un arte de la resistencia donde se puede gritar desde el silencio.

De la misma manera que estas obras surgieron de encuentros a partir de lo acontecido el 18 julio de 1994, también simbolizan una experiencia coral donde cada uno, de un lado y del otro de la cámara, salió transformado. Las 38 imágenes de Julio Menajovsky proponen un recorrido de 25 años y, lejos de cerrar un capítulo, reafirman un camino transitado: no existe construcción del presente sin el ejercicio permanente de la memoria, y la fotografía es un instrumento vital para esta tarea.

Elio Kapszuk - Curador